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Foto del escritorLa Salle Nezahualcóyotl

Comentario al Evangelio del 27 de octubre

Martes XXX Semana

Tiempo Ordinario

27 de Octubre de 2020

Evangelio

Creció la semilla y se convirtió en un arbusto

+ Del santo Evangelio según san Lucas 13, 18-21

En aquel tiempo, Jesús dijo: “¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿Con qué podré compararlo? Se parece a la semilla de mostaza que un hombre sembró en su huerta; creció y se convirtió en un arbusto grande y los pájaros anidaron en sus ramas”.

Y dijo de nuevo: “¿Con qué podré comparar al Reino de Dios? Con la levadura que una mujer mezcla con tres medidas de harina y que hace fermentar toda la masa”.

Comentario al Evangelio

A través de dos ejemplos Jesús explica cómo actúa el Reino de Dios en este mundo: el grano de mostaza que sembró un hombre, y la levadura con la que la mujer quiso hacer pan para su familia. La semilla de mostaza es muy pequeña y, sin embargo, tiene una gran fuerza interior que lo llevará a ser uno de los arbustos más altos. De igual manera, la poca levadura es capaz de hacer fermentar tres medidas de harina.

Cfr. Actualidad Litúrgica n. 252

Reflexionamos

· ¿A qué se parece el Reino de Dios?

· ¿Cómo crece en ti?

· ¿El Reino de Dios ya ha fermentado?

Nos comprometemos

Amabilidad: Esta reacción positiva distingue la amabilidad de la mansedumbre bovina, actitud blanda, sumisa, indolente… la sonrisa implica cierta dosis de alegría honda, soterrada, reflejo de la seguridad de que estamos asumiendo un valor que nos permite desarrollarnos como personas.

Gustavo Villapalos y Alfonso López,

El libro de los valores, Ed. Planeta, 2001.

Llanto por la piedad perdida

Atender, cuidar solícitamente a quien no puede devolvernos el favor es un rasgo de piedad, de bondad absoluta, ab-soluta, es decir: desligada de cualquier interés. Puede parecer que con ello se pierde tiempo y hacienda, y es cierto, pero se crea unidad y se vive dignamente. No hay mayor dignidad que la que nos procura la bondad, sin pretenderlo nosotros.

La manta II

El marido llamó a su hijo, que era todavía aun niño.

-Baja al establo –le dijo- y dale a tu abuelo una manta de los caballos, la más holgada y menos vieja, la dobló por la mitad y, haciendo que su abuelo sostuviera uno de los extremos, comenzó a cortarla sin hacer caso a lo que el anciano, tristemente le decía:

-¿Qué has hecho, niño? –exclamó el abuelo-. Tu padre ha mandado que me la dieses entera. Voy a quejarme a él.

-Obrad como gustéis –contestó el muchacho.

-El viejo salió del establo y, buscando a su hijo, le dijo:

Mi nieto no ha cumplido tu orden: no me ha dado más que la mitad de una manta.

-Dásela por entero –le dijo el padre al muchacho.

-No, por cierto –contestó el rapaz-. La otra mitad la guardo para dárosla a vos cuando yo sea mayor y os arroje de mi casa.

El padre, al oír esto, llamó al abuelo, que ya se marchaba.

-¡Volved, volved, padre mío! –le dijo-. Os hago dueño y señor de mi casa, lo prometo por san Pedro. No comeré un pedazo de carne sin que vos hayáis comido otro. Tendréis un buen aposento, un buen fuego, vestidos como los que yo llevo…

Y el buen anciano lloró sobre la cabeza del hijo arrepentido.

Carolina Toval, Los mejores cuentos juveniles

de la literatura universal, Ed. Labor, 1965.

V. Continuaré, Oh Dios mío

R. ¡Haciendo todas mis acciones por tu amor!

V. San Juan Bautista de la Salle

R. ¡Ruega por nosotros!

V. Viva Jesús en nuestros corazones

R. ¡Por siempre!

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