Jueves XVI Semana
Tiempo Ordinario
23 de Julio de 2020
Evangelio
A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los cielos; pero a ellos no.
+ Del santo Evangelio según san Mateo 13, 10-17
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús sus discípulos y le preguntaron: “¿Por qué les hablas en parábolas?”. Él les respondió: “A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los cielos; pero a ellos no. Al que tiene se le dará más y nadará en la abundancia: pero al que tiene poco, aun eso poco se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden.
En ellos se cumple aquella profecía de Isaías que dice: Ustedes oirán una y otra vez y no entenderán; mirarán y volverán a mirar, pero no verán; porque este pueblo ha endurecido su corazón, ha cerrado sus ojos y tapado sus oídos, con el fin de no ver con los ojos ni oír con los oídos, ni comprender con el corazón. Porque no quieren convertirse ni que yo los salve.
Pero dichosos ustedes, porque sus ojos ven y sus oídos oyen. Yo les aseguro que muchos profetas y muchos justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron”.
Comentario al Evangelio
Jesús instruye a sus discípulos, apartados de las multitudes. A ellos les habla en parábolas porque el Reino de los cielos es un misterio y es percibido solamente por aquellos que escuchan con buena voluntad porque el Reino de los cielos es Jesús, su persona y su palabra. Por esta razón, los discípulos son “dichosos” porque ellos escuchan y ven la realidad profunda y escondida del Reino. Son bienaventurados. Han creído en el Mesías, a diferencia de aquellos que no aceptan a Jesús y que no les “es dado” comprender y participar de ese Reino.
Cfr. Actualidad Litúrgica, n. 257.
Reflexionamos
· ¿Eres feliz y dichoso?
· ¿Cuál es la razón y origen de tu felicidad?
· ¿Sabes ser agradecido y compartir esa felicidad con los demás?
Nos comprometemos
Alegría: Gozo constante y contagioso del bien.
La Iglesia nos enseña a servir al Señor con alegría, y es adagio que “un santo triste es un triste santo”. La alegría es expresión de felicidad, y Dios quiere que seamos felices. Hagamos el bien, llenos de contento y nuestra acción será doblemente buena.
Héctor Rogel Hernández,
(Diccionario de las virtudes, México 2003).
Un santo triste es un triste santo
Santo Tomás Moro al llegar al pie del cadalso dijo al alcalde:
-Ayúdame a subir, que para bajar no te voy a pedir ayuda.
Y al verdugo le alentó:
-Anímate, hombre, y no temas cumplir con tu oficio. Mi cuello es corto; procura no darme un tajo torcido, que quedarías mal.
Luego añadió con humor:
-Aparta mi barba; sentiría que la cortases. Ella no es reo de alta traición.
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La alegría hasta la hora de la muerte es un don de Dios, y no pequeño. No es mala cosa pedirlo mientras no llega esa hora.
Agustín Filgueiras Pita,
Orar con… Un para cada día, (Bilbao, 2004).
V. Continuaré, Oh Dios mío
R. ¡Haciendo todas mis acciones por tu amor!
V. San Juan Bautista de la Salle
R. ¡Ruega por nosotros!
V. Viva Jesús en nuestros corazones
R. ¡Por siempre!
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