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Comentario al Evangelio de 26 de mayo

Martes VII Semana

Tiempo de Pascua

26 de mayo de 2020

San Felipe Neri, Presbítero

Evangelio

Padre, glorifica a tu Hijo.

+ Del santo Evangelio según san Juan 17, 1-11

En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: “Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo también te glorifique, y por el poder que le diste sobre toda la humanidad, dé la vida eterna a cuantos le has confiado. La vida eterna consiste en que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado.

Yo te he glorificado sobre la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste. Ahora, Padre, glorifícame en ti con la gloria que tenía, antes de que el mundo existiera.

He manifestado tu nombre a los hombres que tú tomaste del mundo y me diste. Eran tuyos y tú me los diste. Ellos han cumplido tu palabra y ahora conocen que todo lo que me has dado viene de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste; ellos las han recibido y ahora reconocen que yo salí de ti y creen que tú me has enviado.

Te pido por ellos; no te pido por el mundo, sino por éstos, que tú me diste, porque son tuyos. Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío. Yo he sido glorificado en ellos. Ya no estaré más en el mundo, pues voy a ti; pero ellos se quedan en el mundo”.

Comentario al Evangelio

Esta es la primera parte de lo que llamamos la “oración sacerdotal” de Jesús. Es la hora de la despedida. La oración de Jesús está impregnada de amor a su Padre, de esa unión íntima con él y a su vez de amor y preocupación por los suyos que se quedan en este mundo. Ha llegado la hora de la pasión y de la muerte. En esa hora Jesús glorifica al Padre porque da a los hombres la vida eterna, la cual consiste en conocer al Padre y a su Hijo Jesucristo. A los apóstoles les ha dado toda la revelación que ha recibido del Padre. Ellos han respondido con la fe; por eso Jesús será glorificado en ellos, mediante una fe que actúa en el amor.

Cfr. Actualidad Litúrgica n. 256.

Reflexionamos

· ¿Con la promesa de Jesús tienes derecho a sentirte solo?

· ¿Has sido tentado con el desánimo?

· ¿Para qué te sirve la Pascua de Jesús?


Nos comprometemos

Valentía: Mirar a la verdad de frente y asumirla en todo momento, por comprometida que sea para nosotros, exige valentía, y ésta brota de la confianza básica de que la verdad nos enriquece porque nos revela lo que somos y a qué estamos llamados.

Gustavo Villapalos y Alfonso López,

El libro de los valores, Ed. Planeta, 2001.

Antes de morir en la silla eléctrica

Un sacerdote de Nueva York atendía a los negros. Un día lo llamaron a confesar a un preso negro, de 25 años de edad.

Este por haber asesinado a una mujer, debía morir una hora más tarde en la silla eléctrica.

El sacerdote lo confesó y le dio la Sagrada Comunión.

Luego hubo un pesado silencio.

* * *

De pronto, el joven negro, entre sollozos dijo:

-Padre, he desperdiciado toda mi vida; nunca he querido aprender un oficio; sólo sé bolear.

Permítame Padre, que le limpie sus zapatos; quiero pagarle toda esta alegría que usted me dio con el perdón de Dios, ya que dentro de unos minutos estaré en el Cielo.

Decididamente se arrojó a los pies del sacerdote; escupió en sus propias manos, y comenzó a limpiar con fuerza los zapatos del sacerdote.

Este, embargado de emoción, callaba. Más tarde, comentando el hecho, decía:

-En aquel momento me acordé de la pecadora que lavó con sus lágrimas los pies de Jesús, y las palabras del propio Jesús: “Le perdono sus muchos pecados porque me ha demostrado su mucho amor”.

C. Journet en Cuéntame un ejemplo…

(Ed. Buena Prensa, 1987).

San Felipe Neri

Nació en Florencia, se educó en Roma. Supo tomar con alegría la austeridad de las bienaventuranzas. Era realmente confortante contemplar a este sacerdote extasiado ante la Eucaristía y entregado a los jóvenes, enfermos y encarcelados. Ésta fue la clave del éxito del Oratorio del Amor Divino, que fundó (1515-1595).

V. Continuaré, Oh Dios mío

R. ¡Haciendo todas mis acciones por tu amor!

V. San Juan Bautista de la Salle

R. ¡Ruega por nosotros!


V. Viva Jesús en nuestros corazones

R. ¡Por siempre!

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