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Acompañar desde el corazón

El proceso de acompañamiento es un arte, por no decir que un don. Y ahora, que estamos viviendo una situación difícil, se vuelve urgente, necesario e indispensable aprender este arte.


Se me vienen a la mente todos aquellos maestros, padres de familias, médicos, directores, etcétera, que acompañan a otros para sacar lo mejor de sí en esta situación difícil que vivimos. El acompañamiento se define como “ir junto a otra persona”, y esto implica algunas características y cualidades que debemos tomar en cuenta.


Quien quiera acompañar de manera efectiva, tiene que recordar esos momentos donde fue acompañado por alguien y preguntarse: ‘¿Cómo fui acompañado? ¿Qué rescato de mi propio acompañamiento? ¿Qué de nuevo puedo aportar? Así, por ejemplo, será útil volver a tu vida de estudiante, de hijo, de paciente, de colaborador, etcétera, y a partir de allí para contestar estas preguntas.


Debe tomarse en cuenta que quien va acompañando no va ni adelante ni atrás de aquél al que acompaña, sino a su lado, y desde allí, codo a codo, orienta, escucha y dialoga, pero jamás decide por el otro.


Asimismo, es necesario estar muy atento a los signos de incertidumbre y desánimo de aquél al que acompaña, a fin de animarle y darle certeza de que no camina solo, y, así, pueda reconocerse como una persona digna de amor.


Tengamos en cuenta lo que el papa Francisco nos dice sobre el acompañamiento: en este proceso, el otro se convierte en algo sagrado, y nos invita a “contemplar, conmoverse y detenerse ante el otro cuantas veces sea necesario, quitarse las sandalias ante la tierra sagrada del otro (cf. Ex 3,5)” (Evangelii gaudium, 169).


Un buen acompañante mira al otro con respeto y compasión, y desde esa mirada sana, libera y alienta a madurar su vida.


Finalmente, es necesario ejercitarnos en el arte de escuchar, porque de ahí brota una comunicación efectiva y asertiva con el otro. Recordemos que escuchar no es solamente oír; más que una reacción senso-perceptiva, más que una vibración de nuestras membranas auditivas, escuchar implica abrir nuestro propio espíritu para ofrecer un resguardo, un refugio un sitio en el que la persona a la que acompañamos se sienta segura, acogida y aceptada, sin importar su situación o las fallas que haya podido cometer. Una escucha atenta ofrece a cualquiera la oportunidad de resarcirse, recuperarse.


Acompañar desde el corazón hace posible la proximidad; acompañar desde el corazón hace que el otro descubra lo que acontece en sí mismo y pueda decidir con libertad y andar hacia su propia salvación. Todos, sin excepción, necesitamos de acompañamiento. ¿Qué podemos hacer para acompañarnos desde el corazón?



Indivisa Manent

(permanezcamos unidos)


Formación Humana y Vida Interior

Universidad La Salle Nezahualcóyotl

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